viernes, 13 de diciembre de 2013

Contexto de violencias contra las mujeres en Medellín


Colectivo Teatral Piel Adentro, Presentación del Informe de Derechos Humanos de las Mujeres 2012 Corporación para la Vida Mujeres que Crean - Vamos Mujer.

Cuando las mujeres alzamos nuestra voz para hablar de violencia contra las mujeres, estamos haciendo referencia a todas las formas mediante las  que se pretende mantener el sistema de jerarquías de género impuestas socialmente. Se trata de una violencia estructural y sistemática, dirigida contra las mujeres, cuyo objeto es sostener e incrementar su subordinación en todos los ámbitos, atentado contra su derecho a la vida, a la igualdad, la dignidad, la integridad física y  emocional, que va en contra de su humanidad. 


La violencia física, la violencia psicológica, la violencia sexual, la violencia económica, la violencia patrimonial, la violencia doméstica, la violencia feminicida, se repite y  mantiene en todos los ámbitos de la sociedad, sin que se logre hacer contención por parte del Estado.

En este sentido, llamar la atención sobre la permanencia y reproducción de factores socio–culturales que conservan y legitiman la desigualdad entre mujeres y hombres, soportados en el mandato a las mujeres de asumir roles de subordinación, abnegación, dependencia y servicio, así también como la distribución exigida de su tiempo para el trabajo productivo y reproductivo (doble y triple jornada), constituye un elemento esencial para transformar la sociedad.


180 mujeres asesinadas en Antioquia y 41 en Medellín a agosto de 2013, son muestra del horror, del miedo, del espanto, del pánico, del terror que se siente incluso, al caminar por las calles de la ciudad más innovadora. Son también la constatación de una ideología patriarcal que incrementa sus estrategias de dominación, utilizando la muerte violenta  de las mujeres, a través de formas como el estrangulamiento con “cordones”.[1] Estas violencias feminicidas son la manifestación clara y contundente del poder que humilla, que aplasta, que subyuga, que retrae, que encoge, que paraliza, que intimida, acobarda, atemoriza, que hace un nudo en la garganta y silencia esa violencia.

La discusión sobre el feminicidio, surge del Movimiento feminista Internacional como una forma de entender y transformar la situación de violencia contra las mujeres en el mundo. Este concepto de feminicidio permite hacer conexiones entre las variadas formas de violencia, estableciendo lo que hoy se considera como “continuum” de violencia contra las mujeres en las sociedades patriarcales capitalistas. Desde esta perspectiva la violación, el incesto, el abuso sexual, el acoso sexual, la pornografía, la esclavitud sexual, la esterilización o la maternidad forzada, son expresiones diversas de la opresión de las mujeres y no situaciones inconexas. En el momento en que cualquiera de estas formas de violencia resulta en la muerte de la mujer, ésta se convierte en feminicidio.

Los feminicidios, se inscriben también en un sistema socio sexual patriarcal y militarista, cuyos dispositivos se refuerzan recíprocamente.


Patriarcado y militarismo aparecen ligados de manera indisoluble: “la cultura patriarcal es una de las bases de la cultura militarista, porque se basa en la dominación de un sexo sobre otro, en la asignación autoritaria de un papel social que establece una desigualdad beneficiando solo a una parte. La cultura militarista también es una de las bases de la cultura patriarcal porque la lógica amigo- enemigo, la respuesta violenta a los conflictos o la organización vertical/autoritaria son características militares que potencian y justifican en última instancia el control patriarcal de la sociedad”.[2]

Ofende e indigna seguir escuchando desde la Administración Municipal, respecto a la violencia contra las mujeres, hablar de estadísticas que ocultan una realidad; porque el solo hecho de decir que entre uno y otro año, se habla de 5 o 6 feminicidios “más o menos”, es minimizar la responsabilidad estatal como garante de derechos y ocultar la gravedad de una problemática de interés para la ciudad. 

  
Y ¿de qué otras  afectaciones violentas hablamos?

Hablamos, también, de esas no nombradas que involucran una amplia red de delincuencia en la ciudad, que intimidan y violentan a las mujeres, que incluyen actos aberrantes, como el acaecido en los barrios “populares”, en donde las ahora llamadas BACRIM, imponen la venta de la virginidad de las “colegialas”, a través de amenazas directas a ellas y a sus familias.  A lo anterior se suma, una cadena de extorciones a las microempresas y negocios, que deben pagar una “vacuna” por sus actividades comerciales, a estas mismas organizaciones delincuenciales, quienes ponen normas al mercado.

Testimonio: “...A mi me tocó vacuna, cuando un actor armado del barrio me sorprendió diciéndome que si yo iba para la gimnasia, tenía que pasar por una frontera barrial y eso implicaba que le tenía que pagar la vacuna de $2000 para poder hacerlo, cada vez que asistiera a mi gimnasia...”. (Mujer de 60 años de un barrio de la zona noroccidental)

Ni que decir de los medios de comunicación reproductores de una cultura, de un lenguaje que legitima, legaliza, justifica e incluso naturaliza los actos de violencia contra las mujeres. Emisoras radiales que desde hace años en la ciudad, y muy a pesar de las denuncias interpuestas, siguen proclamando la objetivización de las mujeres, su cosificación, la “nimiedad” de sus vidas y sus actos; que utilizan la necesidad de las mujeres de contar sus dolores y frustraciones en sus relaciones íntimas como burla, como objeto, como lugar para degradar, como su destino.  Aún persisten conceptos como CRIMEN PASIONAL a manera de “explicación social” donde se justifica “la pasión” del victimario para cometer el crimen. 

Todo lo anterior se acompaña con una  gran dosis de IMPUNIDAD, considerada ésta como uno de los más graves problemas de la jurisdicción penal colombiana y que habla del caos cotidiano y de la ilegitimidad del estado, situación que asevera una vez más la poca importancia que le da la sociedad y el estado en general a los crímenes y violencias contra las mujeres. 

La Corte Constitucional en mayo de 2013 “ordenó al gobierno proteger a las mujeres desplazadas que son víctimas de violencia y puso a los organismos de control alerta frente a cualquier incumplimiento, pues la violencia sexual y los homicidios van en aumento y las entidades encargadas de atender esta población actúan de manera desarticulada y con falta de diligencia y prontitud. Citando estadísticas de la Presidencia de la República y Medicina Legal resaltan que un promedio de 149 mujeres son víctimas de una agresión sexual a diario, los homicidios aumentaron 29%... De 219 agresiones sexuales atendidas, más de la mitad de autores fueron de la fuerza pública y grupos armados ilegales. La violencia sexual contra las mujeres es una práctica habitual e invisible”. Periódico ADN el 31 de mayo de 2013

Elementos importantes a tener en cuenta en este tema

La premeditación, la alevosía y el ensañamiento de los victimarios sobre las mujeres son como un seriado de terror, que aparece cotidianamente en las noticias de los medios de comunicación en nuestra ciudad y son estos hechos los que arbitrariamente seducen a la ciudadanía a adquirir “el periódico más vendido de Colombia”. 

La impotencia es la sensación más repetida de las víctimas sobrevivientes, reforzada en una actitud de sometimiento y sumisión legitimadas socialmente, en la que viven la mayoría de las ciudadanas, evidente en expresiones como: “le dije que no saliera, que todos los hombres son malos”; “porque no me obedeció”; “la calle es para los hombres”; “seguro no le obedeció a su marido”; “porque no le tenía la comida lista”; entre muchas otras.  Hasta cuando sólo la víctima, su nombre y su foto aparecerán en los diarios; ¿dónde está el nombre del victimario?

El discurso patriarcal que fortalece las actitudes misóginas que a diario recibimos las ciudadanas en todos los entes estales y sociales. Si es grave el discurso misógino de un ciudadano o ciudadana del común, mucho más grave es éste en boca de un funcionario o funcionaria en cualquier espacio de atención pública: de salud, de justicia, de educación y de protección a las víctimas.

Las violencias contra las mujeres, no se soluciona con el aumento de las cárceles, ni el aumento de la fuerza pública, se requiere  que el Estado tome cartas en el asunto, disminuyendo la impunidad e investigando los delitos de feminicidios y de las violencias contra las mujeres en sus diferentes formas, de tal manera que se garanticen los derechos fundamentales de las mujeres.


[1] http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/A/ahorcan_a_una_mujer_con_un_cordon_de_zapatos_en_el_centro_de_medellin/ahorcan_a_una_mujer_con_un_cordon_de_zapatos_en_el_centro_de_medellin.asp
[2] Mujeres en Red. El periódico feminista. Antimilitarismo y feminismo: el cuestionamiento a la cultura patriarcal de dominación.  En: http://www.mujeresenred.net/spip.php?article49

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