Colectivo Teatral Piel Adentro, Presentación del Informe de Derechos Humanos de las Mujeres 2012 Corporación para la Vida Mujeres que Crean - Vamos Mujer. |
Cuando
las mujeres alzamos nuestra voz para hablar de violencia contra las mujeres,
estamos haciendo referencia a todas las formas mediante las que se pretende mantener el sistema de
jerarquías de género impuestas socialmente. Se trata de una violencia
estructural y sistemática, dirigida contra las mujeres, cuyo objeto es sostener
e incrementar su subordinación en todos los ámbitos, atentado contra su derecho
a la vida, a la igualdad, la dignidad, la integridad física y emocional, que va en contra de su humanidad.
La
violencia física, la violencia psicológica, la violencia sexual, la violencia
económica, la violencia patrimonial, la violencia doméstica, la violencia
feminicida, se repite y mantiene en
todos los ámbitos de la sociedad, sin que se logre hacer contención por parte
del Estado.
En
este sentido, llamar la atención sobre la permanencia y reproducción de
factores socio–culturales que conservan y legitiman la desigualdad entre
mujeres y hombres, soportados en el
mandato a las mujeres de asumir roles de subordinación, abnegación, dependencia
y servicio, así también como la distribución exigida de su tiempo para el
trabajo productivo y reproductivo (doble y triple jornada), constituye un
elemento esencial para transformar la sociedad.
180
mujeres asesinadas en Antioquia y 41 en Medellín a agosto de 2013, son muestra
del horror, del miedo, del espanto, del pánico, del terror que se siente
incluso, al caminar por las calles de la ciudad más innovadora. Son también la
constatación de una ideología patriarcal que incrementa sus estrategias de dominación,
utilizando la muerte violenta de las
mujeres, a través de formas como el estrangulamiento
con “cordones”.[1]
Estas violencias feminicidas son la manifestación clara y contundente del poder
que humilla, que aplasta, que subyuga, que retrae, que encoge, que paraliza,
que intimida, acobarda, atemoriza, que hace un nudo en la garganta y silencia
esa violencia.
La
discusión sobre el feminicidio, surge del Movimiento feminista Internacional
como una forma de entender y transformar la situación de violencia contra las
mujeres en el mundo. Este concepto de feminicidio permite hacer conexiones
entre las variadas formas de violencia, estableciendo lo que hoy se considera
como “continuum” de violencia contra
las mujeres en las sociedades patriarcales capitalistas. Desde esta perspectiva
la violación, el incesto, el abuso sexual, el acoso sexual, la pornografía, la
esclavitud sexual, la esterilización o la maternidad forzada, son expresiones
diversas de la opresión de las mujeres y no situaciones inconexas. En el
momento en que cualquiera de estas formas de violencia resulta en la muerte de
la mujer, ésta se convierte en feminicidio.
Los
feminicidios, se inscriben también en un sistema socio sexual patriarcal y
militarista, cuyos dispositivos se refuerzan recíprocamente.
Patriarcado
y militarismo aparecen ligados de manera indisoluble: “la cultura patriarcal es una de las bases de la cultura militarista,
porque se basa en la dominación de un sexo sobre otro, en la asignación
autoritaria de un papel social que establece una desigualdad beneficiando solo
a una parte. La cultura militarista también es una de las bases de la cultura
patriarcal porque la lógica amigo- enemigo, la respuesta violenta a los
conflictos o la organización vertical/autoritaria son características militares
que potencian y justifican en última instancia el control patriarcal de la
sociedad”.[2]
Ofende
e indigna seguir escuchando desde la Administración Municipal, respecto a la
violencia contra las mujeres, hablar de estadísticas que ocultan una realidad;
porque el solo hecho de decir que entre uno y otro año, se habla de 5 o 6
feminicidios “más o menos”, es minimizar la responsabilidad estatal como
garante de derechos y ocultar la gravedad de una problemática de interés para
la ciudad.
Y ¿de qué otras afectaciones violentas hablamos?
Hablamos,
también, de esas no nombradas que involucran una amplia red de delincuencia en
la ciudad, que intimidan y violentan a las mujeres, que incluyen actos
aberrantes, como el acaecido en los barrios “populares”, en donde las ahora
llamadas BACRIM, imponen la venta de la virginidad de las “colegialas”, a
través de amenazas directas a ellas y a sus familias. A lo anterior se suma, una cadena de
extorciones a las microempresas y negocios, que deben pagar una “vacuna” por
sus actividades comerciales, a estas mismas organizaciones delincuenciales,
quienes ponen normas al mercado.
Testimonio: “...A mi
me tocó vacuna, cuando un actor armado del barrio me sorprendió diciéndome que
si yo iba para la gimnasia, tenía que pasar por una frontera barrial y eso
implicaba que le tenía que pagar la vacuna de $2000 para poder hacerlo, cada
vez que asistiera a mi gimnasia...”.
(Mujer de 60 años de un barrio de la zona noroccidental)
Ni
que decir de los medios de comunicación reproductores de una cultura, de un
lenguaje que legitima, legaliza, justifica e incluso naturaliza los actos de
violencia contra las mujeres. Emisoras radiales que desde hace años en la
ciudad, y muy a pesar de las denuncias interpuestas, siguen proclamando la
objetivización de las mujeres, su cosificación, la “nimiedad” de sus vidas y
sus actos; que utilizan la necesidad de las mujeres de contar sus dolores y
frustraciones en sus relaciones íntimas como burla, como objeto, como lugar
para degradar, como su destino. Aún
persisten conceptos como CRIMEN PASIONAL a manera de “explicación social” donde
se justifica “la pasión” del victimario para cometer el crimen.
Todo
lo anterior se acompaña con una gran
dosis de IMPUNIDAD, considerada ésta como uno de los más graves problemas de la
jurisdicción penal colombiana y que habla del caos cotidiano y de la
ilegitimidad del estado, situación que asevera una vez más la poca importancia
que le da la sociedad y el estado en general a los crímenes y violencias contra
las mujeres.
La
Corte Constitucional en mayo de 2013 “ordenó al gobierno proteger a las mujeres
desplazadas que son víctimas de violencia y puso a los organismos de control
alerta frente a cualquier incumplimiento, pues la violencia sexual y los homicidios
van en aumento y las entidades encargadas de atender esta población actúan de
manera desarticulada y con falta de diligencia y prontitud. Citando
estadísticas de la Presidencia de la República y Medicina Legal resaltan que un
promedio de 149 mujeres son víctimas de una agresión sexual a diario, los
homicidios aumentaron 29%... De 219 agresiones sexuales atendidas, más de la
mitad de autores fueron de la fuerza pública y grupos armados ilegales. La
violencia sexual contra las mujeres es una práctica habitual e invisible”.
Periódico ADN el 31 de mayo de 2013
Elementos importantes a tener en cuenta
en este tema
La
premeditación, la alevosía y el ensañamiento de los victimarios sobre las
mujeres son como un seriado de terror, que aparece cotidianamente en las
noticias de los medios de comunicación en nuestra ciudad y son estos hechos los
que arbitrariamente seducen a la ciudadanía a adquirir “el periódico más
vendido de Colombia”.
La
impotencia es la sensación más repetida de las víctimas sobrevivientes, reforzada
en una actitud de sometimiento y sumisión legitimadas socialmente, en la que
viven la mayoría de las ciudadanas, evidente en expresiones como: “le dije que
no saliera, que todos los hombres son malos”; “porque no me obedeció”; “la
calle es para los hombres”; “seguro no le obedeció a su marido”; “porque no le
tenía la comida lista”; entre muchas otras.
Hasta cuando sólo la víctima, su nombre y su foto aparecerán en los
diarios; ¿dónde está el nombre del victimario?
El
discurso patriarcal que fortalece las actitudes misóginas que a diario
recibimos las ciudadanas en todos los entes estales y sociales. Si es grave el
discurso misógino de un ciudadano o ciudadana del común, mucho más grave es
éste en boca de un funcionario o funcionaria en cualquier espacio de atención
pública: de salud, de justicia, de educación y de protección a las víctimas.
Las violencias contra las
mujeres, no se soluciona con el aumento de las cárceles, ni el aumento de la
fuerza pública, se requiere que el Estado
tome cartas en el asunto, disminuyendo la impunidad e investigando los delitos
de feminicidios y de las violencias contra las mujeres en sus diferentes formas,
de tal manera que se garanticen los derechos fundamentales de las mujeres.
[1] http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/A/ahorcan_a_una_mujer_con_un_cordon_de_zapatos_en_el_centro_de_medellin/ahorcan_a_una_mujer_con_un_cordon_de_zapatos_en_el_centro_de_medellin.asp
[2] Mujeres en Red. El periódico feminista. Antimilitarismo
y feminismo: el cuestionamiento a la cultura patriarcal de dominación. En: http://www.mujeresenred.net/spip.php?article49
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